A mi abuelo Sebastián, el padre de mi padre, le llamábamos PAPATÁN. Un hombre que, con su mulo Comisario, acarreaba forraje para alimentar a las vacas, y aceituna y uva en tiempos de cosecha.

Mi abuelo era una persona cabal y trabajadora. Sirva este brebaje como homenaje a él y a otros tantos que, con su esfuerzo callado, han contribuido a que Torreperogil ya no sea ese «triste burgo» al que, allá por 1924, se refirió Machado.

 
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